|
Yasukuni o la memoria selectivaA mediados de febrero Tokio lanzó dos satélites militares para vigilar Corea del Norte y la región. Unas semanas antes el primer ministro Shinzo Abe había creado un Ministerio de Defensa, el primero desde 1947. La militarización inquieta a los pacifistas, que reclaman el cese de homenajes oficiales a criminales de guerra.
Según los diarios del jefe de administración de la casa imperial Tomohiko Tomita, publicados el 20 de julio de 2006 1, el emperador japonés Hirohito interrumpió sus visitas al santuario Yasukuni cuando los directores de este último decidieron honrar allí a catorce criminales de guerra -llamados de clase A- condenados a muerte por el Tribunal Penal Militar Internacional para el Lejano Oriente, en ocasión de lo que se conoce como Juicio de Tokio, en 1947. Siete personas (entre ellas el entonces primer ministro y ex general Hideki Tojo) fueron ejecutadas y otras siete murieron en prisión. Justificación del dominio colonialDesde su nombramiento en 2001 hasta su partida en 2006, el primer ministro Junichiro Koizumi visitó el lugar todos los 15 de agosto (día de la derrota para Tokio, pero día de la victoria en la guerra contra Japón para China, y día de la liberación del dominio colonial para Corea). Yasukuni se convirtió en el problema diplomático más importante entre Tokio, por un lado, y Pekín y Seúl por el otro. Al rechazar las críticas, Koizumi se construyó la imagen de "dirigente que siempre defiende la posición de Japón, sin someterse nunca a las críticas provenientes del extranjero". Muchos políticos y periodistas se preguntaron muchas veces si no sería posible retirar a los criminales de guerra de clase A del santuario. Y para respaldar su posición se valieron de los diarios de Tomita, explicando que "dado que hasta el propio emperador Hirohito se negó a visitarlo (...) por la celebración de estos criminales de guerra, el primer ministro Koizumi también debe interrumpir (esas visitas)". Sin embargo, los cuadernos de Tomita ocultan muchos puntos de la historia. Está claro que esta celebración en el santuario Yasukuni y las visitas oficiales representan actos que niegan la responsabilidad japonesa en la guerra. Es cierto que, de todos los primeros ministros que se acercaron al lugar desde el fin de la guerra, ninguno ha negado abiertamente esta responsabilidad. En nombre del gobierno japonés, el mismo Koizumi reafirmó la validez de la declaración de 1995 del primer ministro Murayama Tomiichi, en la cual este último expresaba su "sentimiento y sincero arrepentimiento y (sus) profundas disculpas por las penas y los daños enormes que (Japón) infligió a sus vecinos en un pasado todavía muy reciente, mediante la dominación colonial y las invasiones, siguiendo una política equivocada". Esto no impide a los responsables del santuario Yasukuni explicar que se trata de una "guerra que se libró por la defensa y la supervivencia" de Japón, para liberar a Asia del dominio colonial occidental; en consecuencia, todos los "criminales de guerra", ya sean de clase A, B o C, serían objeto de "falsas acusaciones", y habrían recibido este calificativo injusto en un juicio unilateral organizado por los países vencedores. Sin embargo, sería reducir el debate pensar que la presencia de los criminales de guerra de clase A en la celebración común del santuario es lo único que plantea problemas. En ese caso, alcanzaría con retirarlos de allí para que se evaporara todo el asunto. Pero no es suficiente. En efecto, el concepto de criminales de guerra clase A permitió juzgar a los dirigentes japoneses desde el Incidente de Manchuria en 1931 (e incluso su preparación en 1928) hasta la Guerra del Pacífico. Esto significa que el período juzgado va desde enero de 1928 hasta agosto de 1945. Dicho de otro modo, la historia anterior a la agresión japonesa contra Asia, para constituir su imperio con numerosas colonias como Corea y Taiwán, nunca fue cuestionada. Hay que decir que, de todos los países aliados que juzgaron a Japón tras el fin de la guerra, Estados Unidos, el Reino Unido, Holanda y Francia ejercían un dominio colonial. De hecho, no tuvieron la voluntad ni la capacidad para juzgar la responsabilidad japonesa en la cuestión de ese dominio (véase artículo de Guyonnet, pág. 30). Todos los muertos en combate del ejército japonés durante estas guerras coloniales son celebrados en el santuario Yasukuni desde la Expedición a Taiwán de 1874. El emperador, dispensadoEn Taiwán, el dominio colonial se basó al principio en la represión militar de los taiwaneses de origen chino, que habían desencadenado sublevaciones armadas contra el ocupante; más tarde, en la represión a las etnias aborígenes de la isla, que resistían. En cuanto a Corea, sufrió ataques militares desde 1876 y la rebelión allí fue igualmente combatida. Tanto los militares japoneses como todos los que murieron en combate durante este período se convirtieron en divinidades en el santuario Yasukuni. Mediante su glorificación, al lado de los criminales de guerra de clase A, se sigue negando el dominio colonial nipón. Esto no involucra únicamente a los revisionistas de extrema derecha, sino también a los "intelectuales progresistas" que, por otra parte, reconocen la responsabilidad de los criminales de guerra de clase A. De hecho, según ellos, la era Meiji permitió a Japón igualar a las potencias occidentales, por lo que constituyó un gran éxito. Sólo después, a partir de los años veinte, Japón pasó a ser malvado. O más aun: hasta la época del conflicto sino-japonés y de la guerra ruso-japonesa, es decir hasta principios del siglo XX, el ejército japonés estaba limpio; se habría degenerado sólo a partir de la agresión contra China. En la presentación para los medios de los diarios de Tomita, se hizo hincapié en el hecho de que "el emperador Showa dejó de efectuar visitas al santuario Yasukuni porque le resultaba desagradable que allí fueran celebrados los criminales de guerra de clase A". En consecuencia, sólo estos últimos aparecen como culpables y se elimina la responsabilidad del emperador. Igual que fue eliminada durante el Juicio de Tokio, en cuyo curso el emperador Hirohito ni fue molestado. Tras el fin de la guerra pudo conservar su lugar a título de "símbolo de Japón y de la unidad de la nación japonesa" (artículo 1 de la Constitución), símbolo que Estados Unidos prefirió utilizar por miedo a que Japón se pasara al bando comunista. Esta responsabilidad del emperador, ayer disimulada y negada, se oculta una vez más en el asunto de las visitas al santuario. Pero las negaciones no terminan allí. Yasukuni también funciona como un mecanismo que pisotea la historia misma de los combatientes. Transforma a estos muertos ensangrentados y miserables en el campo de batalla en muertos sublimes y heroicos. Esta falsificación olvida el caso de los militares oriundos de las colonias, de donde venían más de veinte mil coreanos, y casi otros tantos taiwaneses, caídos en combate; en total, casi cincuenta mil muertos. En efecto, en el marco de su política de "imperialización", es decir de asimilación, Japón exigió de parte de los coreanos y los taiwaneses que "sirvieran y murieran por el emperador y por el Estado". Muchos fueron reclutados compulsivamente. Incluso entre los hombres que se enrolaron "voluntariamente", la motivación fundamental era sustraerse a la segregación étnica, lo que no significaba una interiorización de la fe shintoísta. En 1978, por primera vez, los familiares de un muerto de Taiwán pidieron que se retirara el nombre de su pariente en ocasión de la celebración común. Más tarde, familias coreanas hicieron pedidos análogos, que desembocaron en juicios. La celebración del fallecido, explicaron las familias, "en el seno (de este) símbolo del militarismo del pueblo agresor, al lado de los agresores que nos invadieron y dominaron mediante la colonización, constituye una ignominia absolutamente intolerable". Hasta ahora, los responsables del santuario se negaron a responder en firme, con este argumento: "Dado que eran japoneses cuando murieron, es imposible que no lo sean tras su muerte" 3. Nacionalización del santuarioAdemás, hay que evocar el caso de los muertos civiles en la batalla de Okinawa, en abril de 1945. Reino autónomo de las Islas Ryukyu ubicado entre Japón y China, Okinawa fue destruida por el gobierno japonés en 1879, marcando el inicio del primer período de la colonización japonesa moderna. En la fase final de la Guerra del Pacífico, el ejército japonés involucró a los civiles no combatientes en nombre de una pretendida "unidad entre el pueblo y el ejército". Así, la trágica batalla de Okinawa causó cerca de 100.000 muertos civiles, que fueron asesinados en calidad de espías o víctimas de "suicidios colectivos" propiciados por los militares. Gran parte de ellos son honrados en el santuario Yasukuni 4. Es así como, de víctimas de las guerras del ejército japonés, pasaron a ser... colaboradores de ese mismo ejército. Finalmente, de los 2.460.000 muertos celebrados, 2.000.000 pertenecen a la Guerra del Pacífico; cerca del 60% de ellos no murieron en combate. Son "muertos de hambre". Es el caso, por ejemplo, de la mayoría de los soldados enviados sobre todo a Nueva Guinea, muertos luego de que se agotaran sus víveres, perdidos en el hermoso escenario de la selva ecuatorial, cuyos cuerpos fueron condenados a pudrirse allí. Los cuadernos de Tomita se usaron para interrumpir las visitas oficiales al santuario de Yasukuni. Sin embargo, a mediano o largo plazo, es de temer que tengan un efecto inverso. Algunos políticos influyentes, empezando por el ex ministro de Relaciones Exteriores Taro Aso, reclamaron la nacionalización del santuario para reanudar las visitas imperiales. Esta propuesta ya fue presentada por el Partido Liberal Demócrata (PLD, en el poder) con un "proyecto de ley para el patronazgo estatal del santuario Yasukuni", ya propuesto a la Dieta durante cinco años seguidos: de 1969 a 1974. En esa época ganó la oposición, que invocaba sobre todo "el riesgo de un retorno al militarismo". Pero treinta años después, cuadros influyentes del PLD sostienen que "para retirar a los criminales de guerra de clase A -según la decisión del Estado-, obtener el consentimiento de China y de Corea del Sur y reanudar las visitas del primer ministro y sobre todo del Emperador, la única vía posible consiste en nacionalizar el santuario Yasukuni". Esto se inscribe en el proyecto de nueva Constitución, que revisa el artículo 9 del texto actual (que prohíbe la guerra) y afirma claramente la existencia de un "ejército de defensa". Dicho de otro modo, se levantaría la prohibición del uso de la fuerza armada, "para mantener la paz en el mundo". El actual primer ministro Shinzo Abe expresó claramente su deseo de atenerse a esta revisión constitucional durante su mandato. Cuando se enviaron a Irak tropas de fuerzas terrestres de autodefensa, tuvo lugar un debate interno en el seno de estas fuerzas, para saber si era posible o no celebrar a los eventuales muertos en el santuario Yasukuni. Todo sucede como si el gobierno japonés de principios del siglo XXI intentara otra vez implementar un "ejército japonés" y construir un santuario Yasukuni nacional para sostenerlo.
|