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Seattle, antes, durante y despuésEl éxito político obtenido por las ONGs, movimientos sociales y sindicatos en la "contra-Ronda del milenio" en Seattle, a principios de diciembre de 1999, no sorprende porque es el resultado de un intenso esfuerzo construido en gran parte gracias a Internet. El desafío, ahora, es lograr que los reclamos se traduzcan en medidas concretas que ayuden a corregir el rumbo de una mundialización cuya expansión en nombre de la eficiencia y la productividad ha dejado estragos socio-económicos y ecológicos considerables.El éxito del movimiento cívico de Seattle es un misterio sólo para quienes no participaron de él. Decenas de miles de adversarios de la Organización Mundial de Comercio (OMC) se organizaron, sobre todo gracias a Internet, en el plano nacional e internacional, y sin exclusividad alguna, a lo largo de 1999. A condición de tener acceso a una computadora y de dominar un tanto el inglés, cualquiera podía estar en primera fila y participar del movimiento hacia Seattle. Principal herramienta federativa: la lista de difusión Stop WTO Round ("detener la Ronda del milenio de la OMC"), que permitió estar en contacto con el movimiento en su conjunto y, a partir de allí, hacerse inscribir en otras listas más especializadas. Entre las más útiles: la del Corporate European Observatory de Amsterdam, imbatible en cuanto a los vínculos entre los lobbies de las firmas transnacionales y los negociadores comerciales estadounidenses o europeos; la del Third World Network y de Martin Khor, informada hasta en los más mínimos detalles sobre lo referido a las posiciones de los gobiernos del Sur y de todo lo que se tramaba en Ginebra. Varias instituciones publicaron regularmente boletines informativos: el Centro Internacional para el Comercio y el Desarrollo Sustentable (ICSTD, Ginebra), el Institute of Agriculture and Trade Policy (IATP, Instituto de políticas de comercio y de agricultura, Minneapolis, Estados Unidos) y Focus on the Global South (Bangkok). Numerosos apasionados de distintos países, como Bob Olson, camionero canadiense jubilado, tomaron nota en la Red de las informaciones pertinentes y las hicieron circular. Si a esto se le agrega, siempre en Internet, la permanente actualización de los datos sobre los movimientos nacionales anti-OMC en los países europeos, Australia, Canadá, Estados Unidos e India (actualizaciones un poco menos frecuentes cuando provienen de África, América Latina y Asia), se empieza a medir la importancia de la información disponible, completada por el trabajo de miles de militantes convertidos en expertos a fuerza de interesarse y trabajar: conferencias, coloquios y seminarios, folletos y artículos, reuniones y conferencias de prensa. En Francia, es de destacar en tal sentido la tarea llevada a cabo por la Asociación por una Tasa a las Transacciones financieras especulativas para Ayudar a los Ciudadanos (ATTAC), que durante sus encuentros internacionales de junio de 1999, con la asistencia de delegaciones de unos ochenta países, incluyó un importante informe sobre la OMC1; asimismo, las diversas actividades de la Coordinación para el Control Ciudadano de la OMC (CCC-OMC), que agrupa a 95 organizaciones, de las cuales la Confédération paysanne, Droits Devant!, la Federación de Finanzas CGT, la FSU, con el apoyo político de los Verdes, de la Liga Comunista revolucionaria (LCR) y del Partido Comunista. En la división internacional del trabajo acordada en Londres antes de Seattle, los Amigos de la Tierra se habían encargado de centralizar las firmas de unas 1500 organizaciones de 89 países que adherían a una moratoria sobre las negociaciones comerciales y a una evaluación completa del funcionamiento de la OMC con participación ciudadana plena. Mike Dolan, de Public Citizen, organización fundada por Ralph Nader, estaba en Seattle desde la primavera de 1999, localizando y reservando los lugares que serían necesarios para albergar una plétora de reuniones. En San Francisco, el International Forum on Globalization (Foro Internacional sobre Globalización) perfeccionaba su teach-in (conferencia ininterrumpida) realizada el 26 y 27 de noviembre de 1999, en la que se sucedieron oradores de todos los continentes ante un público de 2500 personas entusiastas, agolpadas en el Bennaroya Symphony Hall. La Ruckus Society y Global Exchange venía realizando desde hacía meses sesiones de entrenamiento para la manifestación de protesta creadora y no-violenta. Varios artistas trabajaron semanas en la producción de grandes títeres y maquetas que otorgaron un aspecto festivo a un acontecimiento por otro lado profundamente político. Volvieron a surgir con fuerza en la escena política estadounidense los estudiantes de decenas de universidades -entre ellas la de Washington- extremadamente sensibilizados en cuanto a las agresiones al medio ambiente y a la explotación de los trabajadores y de los niños del Tercer Mundo: fue el caso, por ejemplo, de la campaña Clean Clothes ("ropa limpia") que combatía a las "fábricas de sudor" (sweat shops) de la industria textil y de la confección,. Más sorprendente aún -en el contexto de la historia reciente de Estados Unidos- resultó la alianza denominada "Sweeney-Greenie", surgida del nombre del presidente de la poderosa central sindical AFL-CIO, John Sweeney, y de los Verdes (Greens). Desde la guerra de Vietnam, los afiliados a los sindicatos y los defensores del medio ambiente no cesaban de enfrentarse políticamente, ya que para el mundo laboral ecología rimaba con izquierdismo y pérdida de empleos. Una oposición común contra la OMC favorecía naturalmente la reconciliación. De la misma manera, los movimientos pacifistas y los defensores de los derechos humanos se preocuparon por primera vez por las nefastas consecuencias de la mundialización y se comprometieron en el movimiento anti-OMC. Por otra parte, también se había auto-convocado en Seattle Via Campesina, organización que reagrupa a los movimientos campesinos de 65 países, entre ellos la Confédération paysanne francesa. Numerosas delegaciones extranjeras, entre las que destacaban por su número las de Francia y Canadá, completaban esta "coalición del siglo". En resumidas cuentas, todo el mundo estaba listo salvo la policía, cuyos miembros se presentaron ataviados como extras de una película futurista, que adoptó medidas totalmente desproporcionadas con la situación. Circulan actualmente varios testimonios, a menudo acompañados por fotos o videos, que dan cuenta de las provocaciones y malos tratos y de enfrentamientos policiales con elementos "anarcos", de hecho auténticos hooligans. Niños y personas mayores, barrios y edificios enteros, han soportado ataques con gases de pimienta y otros gases aún no identificados. Quinientas ochenta personas fueron arrestadas; muchos fueron maltratados e incomunicados por más de 48 horas, en total violación de la Constitución estadounidense. Gracias a la intransigencia de Washington en cuanto al dossier agrícola y a la pretensión europea de agregar a la agenda de negociaciones una gran cantidad de nuevos temas (inversión, políticas de competencia, medio ambiente, mercados públicos, etc.); gracias a la rebelión de los representantes del Sur, (ver Agnès Sinaí, en pág. 6) indignados por haber sido dejados de lado en las negociaciones y gracias al movimiento de protesta, la Ronda del Milenio nació muerta. Sin embargo, la OMC sigue habilitada por las decisiones de la conferencia ministerial de Marruecos de 1994, en cuanto a reanudar en cualquier momento las discusiones sobre la agricultura y los servicios, entre los cuales la salud, la educación, los "servicios ambientales" y "culturales". El Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (TRIPS), incluido el patentamiento de lo viviente, también debe ser replanteado. De regreso de Seattle, cada uno dio su versión del tema "ya nada será como antes". Es verdad, fue un momento bisagra, un zócalo fundamental sobre el cual se debe edificar inmediatamente, porque los heraldos del neoliberalismo, heridos, humillados y ávidos de revancha, no van a perder tiempo para reagrupar a sus tropas. Si bien es cierto que el movimiento popular ganó tiempo y logró una bella victoria, aún no ha obtenido la moratoria y la evaluación de la OMC que exigía. La Comisión Europea está urgida por retomar las negociaciones entre "personas competentes" para quienes el paradigma del libre intercambio y del comercio über alles, al servicio de las firmas transnacionales, no se ha movido ni un ápice. Se volverán a reunir, lo más protegidos posible de las miradas y ya nunca volverán a ofrecer a los adversarios de la mundialización salvaje una plataforma mediática como la de Seattle. Se impone una estrategia a base de vigilancia, de mantenimiento de la movilización y de la presión, acompañada por una ofensiva de contrapropuestas. Debe ser puesta en práctica con los gobiernos, la Comisión Europea, la OMC misma y firmas transnacionales, con el objetivo final de construir una auténtica democracia internacional. Se trata de una obra colectiva y a largo plazo, que habrá de nacer de la discusión y de la acción y que por ende no puede ser totalmente planificada hoy mismo. ¿Acaso el 15 de julio de 1789 tuvieron los ciudadanos una visión perfecta de las etapas venideras? Sin embargo, ciertos principios deberían poder ser rápidamente establecidos. Por ejemplo que algunas áreas como la salud, la educación y la cultura en el sentido amplio del término de ninguna manera pueden ser objetos de comercio. El caso de la carne con hormonas (motivo de un contencioso entre Francia e Inglaterra en el seno de la Unión Europea) ilustra perfectamente la negativa de la OMC a aplicar el principio de precaución. En el futuro, en caso de dudas sobre la inocuidad de un producto, la carga de la prueba debe incumbir a quien quiera exportarlo. Ningún organismo viviente debe ser patentable y todos los países deben poder fabricar y distribuir libremente los medicamentos de base en su propio territorio. La seguridad alimenticia de los pueblos, o sea la integridad del campesinado, debe tener prioridad sobre el comercio. La jurisprudencia del órgano de reglamentación de los diferendos de la OMC debe en consecuencia estar sometida al derecho internacional reconocido: derechos humanos, acuerdos multilaterales sobre el medio ambiente, convenciones de base de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Habrá que revertir la negativa de la OMC a practicar una discriminación en función de los procesos y métodos de producción (PMP), para impedir la venta de bienes producidos por niños o semi-esclavos. ¿Cómo salir de la estéril oposición Norte-Sur relativa a las cláusulas sociales y ambientales? Ciertos gobiernos del Sur, celosos de su única ventaja comparativa -bajos sueldos y métodos de producción contaminantes, pero baratos- ven en la adopción de tales normas medidas de proteccionismo encubiertas. Entre aquellas ideas que merecen ser profundizadas ¿acaso no puede imaginarse un sistema que recompense a los países que hacen mayores esfuerzos en las áreas del trabajo y del medio ambiente, en vez de penalizarlos, como es el caso en la actualidad? Nadie pretende proponer salarios idénticos en todas partes, ni ubicar en un mismo plano a Laos y Luxemburgo, pero hay mecanimos de compensación-penalización posibles. Se conoce muy bien, gracias a las estadísticas del Banco Mundial y del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), cuál es el desarrollo material y humano de cada país. Supongamos que la Oficina Internacional del Trabajo (OIT), secretariado permanente de la OIT (Organización Internacional del Trabajo) y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) clasifiquen a los países de un mismo nivel de desarrollo, incluyendo a los más avanzados, según un mayor o menor respeto del derecho al trabajo y de la naturaleza. Los mejores, en cada nivel, deberían verse beneficiados con tarifas preferenciales y hasta con exenciones de derechos aduaneros; los productos de los demás se verían gravados en función de su clasificación. Un tal sistema permitiría replantear la sacro-santa cláusula de la nación más favorecida, que de hecho sólo favorece la "carrera hacia el fondo". Los neoliberales (en Francia, Alain Madelin es un exponente caricaturesco de esa democracia liberal que pretende ser explícitamente hostil hacia ATTAC) formulan generalmente cuatro acusaciones contra los opositores a la OMC: 1) son ignorantes; 2) no representan a nadie; 3) están en contra de los pobres; 4) no quieren reglas, sino anarquía y selva. Sin embargo, las ONG y los movimientos de ciudadanos combaten a la OMC porque conocen perfectamente el dossier: Seattle demostró que el movimiento popular representa a mucha, pero mucha gente. Resulta conmovedor ver de pronto a los neoliberales preocuparse del destino de los pobres del Sur -que sus gobiernos no representan forzosamente- pero sigue siendo tarea ardua encontrar personas que se alegren de trabajar en condiciones degradantes por sueldos miserables, de no poder mandar a sus hijos al colegio y de vivir en un medio ambiente devastado. El movimiento popular quiere reglas, sí, pero no las de la OMC actual. Es por eso, tal como lo expresan los militantes anglófonos en una síntesis admirable, que hay que fix it or nix it: arreglar la OMC o abolirla.
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