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Locas no, sólo babosas…El reciente rebrote de aftosa en Argentina, a un año de haber logrado el status de país libre sin vacunación, es una muestra del triunfalismo y la falta de políticas agropecuarias sustentables a largo plazo, además de la implementación global de un sistema de producción intensiva que pone en riesgo la seguridad alimentaria mundial."Hermanos míos, habéis caído en desgracia; hermanos míos lo habéis merecido" Personaje del padre Paneloux, en La Peste, de Albert Camus. El 30 de Abril de 1999, las autoridades argentinas de entonces decidieron poner fin al control mediante vacunación de una grave y compleja enfermedad de la ganadería argentina: la aftosa. Luego de casi 130 años desde la aparición de los primeros brotes, Argentina lograba reducir los costos y pérdidas ganaderas en cifras varias veces millonarias. El objetivo era ahora alcanzar el status de país libre de la enfermedad sin vacunación, logrado finalmente en mayo del año pasado. Pero, como en muchas otras ocasiones, habían primado las necesidades coyunturales y crematísticas de corto plazo, el abaratamiento de costos a cualquier precio, el manejo y circulación de hacienda desde lugares y países de alto riesgo (pero mucho más baratas) y un garrafal error estratégico -compartido por el nuevo gobierno y otros sectores- que hicieron que la enfermedad reapareciese. Si por un lado la presión por abandonar el uso de la vacunación como principal barrera profiláctica permitiría ahorrarle al sector ganadero casi 500 millones de pesos (según Luis O. Barcos, presidente del SENASA en aquel momento) entre vacunas, aplicación, pérdidas por desbaste, movimientos de hacienda, menor producción y calidad de cortes; por otro, la estimación de los posibles riesgos y su control debió ser función del Estado y de los organismos técnicos con que cuenta para esta tarea. El tremendo traspié de los funcionarios de Agricultura señala la falta de una verdadera planificación estratégica nacional agropecuaria. La fiebre aftosa es una enfermedad viral altamente contagiosa propia de los animales de pezuña hendida (ungulados) como los cerdos, ovejas, vacas, búfalos, ciervos y venados, que se caracteriza por la formación de vesículas y erosiones en la boca, nariz, mamas y pezuñas; decaimiento general y debilidad, salivación abundante y pérdida de apetito. No es necesariamente letal en animales adultos, pero genera importantes pérdidas económicas en el ganado lechero y de producción cárnica, al disminuir drásticamente la producción o el engorde. Es una de las enfermedades animales más infecciosas. Dado que el virus puede propagarse en el aire, el contagio puede producirse por inhalación, ingestión o durante la reproducción, por lo cual la transmisión de animales enfermos a sanos es tremendamente veloz. La vacunación de los rodeos, su seguimiento y control periódico es la mejor profilaxis. Este virus puede sobrevivir durante largos períodos en la carne, a ph neutros. También sobrevive en los nódulos linfáticos, en el tuétano de los huesos y en las vísceras, inclusive en la carne salada y curada y en productos lácteos no pasteurizados. En algunos casos, la forma de alimentación del ganado -especialmente el porcino- ha sido un nuevo factor del rebrote actual: los cerdos alimentados con residuos domiciliarios pudieron contraer la enfermedad (tanto en Inglaterra como en Uruguay) y expandirla a los demás rodeos. Si bien es cierto que las vacunas pueden curar la sintomatología en el animal, muchos de ellos pueden quedar en un estado de portadores sanos y seguir transmitiendo el mal a otros animales. De ahí que en muchos casos es necesario recurrir a la matanza del lote para intentar controlarlo. El proceso ganadero en América, con sus diferentes áreas geográficas, permitió una especialización productiva, que se consolidó con el advenimiento de la industria frigorífica y los campos de invernada para la terminación de los animales. La búsqueda de nueva genética y de animales que aumentasen rápidamente de peso fomentó una primera importación de rodeos en Argentina y los demás países. La fiebre aftosa fue introducida con animales traídos del continente europeo1 e identificada por primera vez en 1870 en América -como resultado de una "globalización temprana"- en Estados Unidos, Argentina, Chile, Uruguay y Brasil. Más adelante caerían también Bolivia, Paraguay, Perú, Venezuela, Colombia y Ecuador. Un sistema en la picotaEl combate contra la enfermedad tuvo éxito, mediante fuertes campañas de erradicación, en EE.UU. (1929), México (1947-1954) y Canadá (1950). En los países sudamericanos ha sido muy dificil imponer medidas efectivas2. En estos últimos años, especialmente en la década de los noventa, Argentina invirtió una gran cantidad de recursos humanos y económicos (más de 1.200 millones de dólares)3 para intentar erradicar la enfermedad, recuperar el status e ingresar a los mercados de más altos ingresos. Esa ventaja se ha perdido ahora, en poco más de un año Los actuales procesos de intensificación productiva están poniendo en riesgo la seguridad alimentaria mundial (ver pág. 26). La aplicación de criterios propios de la agricultura productivista y sin fronteras y de priorización del lucro4, impulsan la necesidad de acelerar los procesos biológicos en términos económicos (transformando animales poligástricos en monogástricos obligados; produciendo animales clonados y plantas resistentes a nuevos agroquímicos), sólo para aumentar los beneficios privados en el negocio de venta de insumos. La búsqueda de la aceleración de los circuitos económicos, el abaratamiento del costo mediante la apertura global y el manejo de la biología como un mero eslabón de la cadena económica han hecho mella de manera más o menos profunda en el sistema alimentario mundial. Primero la vaca loca, luego algunos tipos de alimentos transgénicos y ahora la aftosa plantean el interrogante de si es realmente útil y eficiente un sistema productivo basado exclusivamente en la intensificación; si es realmente lucrativo producir piensos de manera cada día más acelerada para el alimento de animales hacinados y estabulados. En este sentido, europeos y sudamericanos, se encuentran en la misma encrucijada. Siguiendo sólo la búsqueda de la productividad, muchos empresarios pasaron velozmente de innovadores a temerarios, generando consecuencias muy peligrosas. Posiblemente la lección sirva para entender que a las enfermedades no se las somete ni se las "erradica", sino solamente se las controla, y menos aún en estos tiempos mundializados. Los ingleses, que ya han incinerado más de 700.000 animales, no han logrado detener sus más de 800 focos sin apelar al control con vacunas5, como recomienza a hacerse fuertemente ahora en Argentina, donde las apariciones han sido controladas y tal eliminación de animales resulta impensable. Esta vez, el virus que atacó a los ingleses no provino de Argentina como en 1967, sino que ha sido consecuencia de la cepa panasiática, que llegó hasta allí como resultado del sistema intensivo europeo de alimentación (dieron a sus cerdos residuos de alimentos domiciliarios que los contaminaron y afectaron a todo el rodeo inglés). Advertencias desestimadasEn Argentina productores y técnicos manifestaron su preocupación frente a un eventual levantamiento del sistema de vacunación. En una encuesta realizada en 1998 sobre una muestra de ganaderos y técnicos representativos del sector por el Estudio Bernardo Cané y Asociados, el 85% de los productores reconocía que el eje fundamental del éxito alcanzado en la declaración de la Argentina como país libre de aftosa con vacunación, había sido justamente el eficiente desarrollo de estos planes de vacunación. El 41% de los productores estimaba que el riesgo de levantar la vacunación era tan elevado que superaba ampliamente cualquier beneficio coyuntural, mientras el 55% sólo estaba dispuesto a aceptarlo si se tomaban las medidas adecuadas de control. Los ganaderos que compartían con las autoridades de la Secretaría de Agricultura de la administración Menem el criterio de que el beneficio económico sería significativo y justificaría cualquier riesgo sólo representaban el 2%. El 82% de los productores y el 92% de los técnicos manifestaron claramente su preocupación ante el riesgo de dejar de vacunar, teniendo en cuenta que la mayoría de los mercados externos no exigía el levantamiento de la vacunación para el ingreso de los productos argentinos. Pero estas voces autorizadas no fueron escuchadas (seguramente porque a los dirigentes políticos les interesaba más, mediática y coyunturalmente, el anuncio de que "el país está libre de aftosa"), echando así por la borda un gran esfuerzo, el trabajo de miles de productores honestos y más de 400 fundaciones, además de la inversión en investigación que permitió el desarrollo de la vacuna oleosa del INTA. Seguir trabajando en la vía de status de país libre de aftosa con vacunación le hubiera ahorrado al país este problema social y económico, además de abrirle grandes oportunidades. Ahora Argentina vacunará a todo su rodeo, y nuevamente en pocos años se recuperará. Pero es importante entender que es imposible seguir trabajando para la coyuntura. La aftosa es sólo un síntoma de una enfermedad más grave: la falta de planificación y política nacional para el sector agropecuario. El país debe consolidar formalmente su aparato de vigilancia y control sanitario, animal y vegetal. Construir sus ventajas competitivas apoyándose en sus recursos, sin emular ni importar modelos mundiales, cuyo fracaso salta a los ojos. Seguramente, deberá mejorar su rodeo nacional, que acusa un fuerte estancamiento6, con una carga ganadera muy baja pero con grandes posibilidades de aumentar por buenos manejos y la conocida y excelente genética, sumado a un eficiente sistema de rotaciones que permitirían la sustentabilidad del negocio en el mediano plazo. Es el momento entonces para el país y sus ganaderos, de "vacunarse en salud" y fomentar, junto con las autoridades sanitarias, las medidas profilácticas que permitan recuperarse en el corto plazo y mantener la sanidad de los rodeos de una vez y para siempre. Argentina, que como Inglaterra casi desmembró en los últimos tres años su sistema de alerta y control sanitario y relegó la opinión independiente de sus expertos científicos y técnicos, deberá decidir invertir en sus recursos humanos y en el seguimiento y estricto cumplimiento de las normativas. El sector privado, duramente afectado por la crisis económica global7 deberá a su vez asumir un rol activo y de denuncia continua y permanente ante la desidia, la ineptitud y la inoperancia que han primado hasta ahora.
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