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La identidad nacionalista hindúLos ocho siglos de invasiones musulmanas son vividos por los hindúes como una humillación. El antagonismo resultante se vio ulteriormente atizado por las manipulaciones políticas del colonizador británico. Estrechamente ligados al nacionalismo indio y a la lucha por la independencia, los movimientos reformistas hindúes de los siglos XIX y XX se consagraron a redefinir el hinduismo y a edificar una identidad nacional. Al tiempo que denunciaba la idolatría, los ritos, el sectarismo y el sistema de castas, el movimiento Arya Samaj (siglo XIX) proclamó que la única escritura sagrada universalmente válida era la de los Vedas1 y que, en consecuencia, ninguna otra creencia religiosa existente era legítima. De este modo, los conceptos del nacionalismo indio se mezclaban con los de la identidad hindú. Descendiente del movimiento Arya Samaj,2 la Asociación de los Voluntarios Nacionales (Rashtriya Swayamsevak Sangh- RSS -fundada en 1925) intervino primero como una fuerza de autodefensa hindú. Su fundador, Keshav Hedgewar, estimaba que las sucesivas derrotas de los hindúes se debían a un debilitamiento causado por el disenso interno. Si bien el RSS participó en el movimiento independentista indio, no adhirió a la política de no-violencia y de protección de la minoría musulmana predicada por Gandhi. Según él, la política del Mahatma se inspiraba en una concepción más cristiana que hinduista. El RSS se resiste a admitir que los musulmanes y los cristianos son tan indios como los hindúes, en tanto no han expresado su lealtad y fidelidad absoluta a la nación (como sí lo hará por ejemplo el famoso científico musulmán Abdul Kalam, padre de la bomba atómica india). En contrapartida, la lealtad nacionalista de los hindúes nunca se cuestiona… Concepción que perturba a los casi 120 millones de musulmanes del país. En el poder desde 1998, el Partido del Pueblo (BJP) -nacido en el seno del RSS- permitió la construcción de una identidad hindú compuesta, el Hindutva, fundado sobre el discurso: "una nación, un pueblo, una cultura" . El ex jefe del RSS Golwalkar definió esta posición en su tratado Bunch of thoughts (Ramo de pensamientos): "Cuando hablamos de nación hindú, la reacción inmediata es preguntarnos dónde quedan los musulmanes y los cristianos. Pero la cuestión esencial es saber si ellos mismos recuerdan que son hijos de la tierra india. No: su fe diferente les impide sentir amor y devoción por la nación india. (…) En realidad, no se trata de una cuestión de creencias diferentes, sino de un problema de identidad nacional divergente". El activismo hindú se desarrolló en la década de los 80, en parte como respuesta al ascenso de la militancia musulmana. Mientras la corrupción creciente en el Partido del Congreso generaba un sentimiento de frustración en aumento, el BJP prometió que iba a restaurar el orgullo hindú, no sólo en lo político sino también en lo económico. Antes de llegar al poder, este partido era abiertamente comunitarista, xenófobo y corrosivo. Pero deseoso de ampliar su electorado y en la expectativa de ganar las elecciones generales, se vio obligado a desembarazarse de su ala más extremista. De ahí la introducción de una cierta moderación en el discurso antimusulmán del BJP, que llegó incluso a poner en marcha una verdadera estrategia de seducción hacia este sector de la población, haciéndola extensiva a los sectores liberales del hinduismo. Relativizando los antagonismos identitarios, este partido se presentará en lo sucesivo como el protector de una India multirracial y multicultural. Un ejemplo es el reflotamiento del proyecto de construcción del templo de Ram en Ayodhya, que llegó a formar parte de las promesas electorales del partido3: finalmente, el BJP decidió remitirse a la decisión de los tribunales para la reglamentación de este asunto. A partir de ese momento, sus prioridades se concentrarán más en el terreno de la laicidad: uniformización del código civil, monogamia y control de la natalidad; todos temas que se prestan a controversia en la población musulmana. Si los conflictos asesinos entre su aplastante mayoría de hindúes y su minoría musulmana moldearon tradicionalmente la historia de la India, desde hace un año el Sangh Parivar reorientó sus ataques contra la comunidad cristiana, con una violencia nunca igualada desde la independencia. Según el Ministerio del Interior, las agresiones llegaron a 86 en 1998 (contra 24 en 1997 y 7 en 1996). Investigaciones llevadas adelante por una organización cristiana evalúan la cifra de 1998 en 120. Esta campaña de violencia perpretada por los fundamentalistas hindúes contra los misioneros cristianos culmina en enero de 1999, cuando un evangelista australiano y dos de sus hijos fueron quemados por un activista de Bajrang Dal, que prendió fuego al vehículo en el cual dormían en la ciudad de Orissa. El incidente fue seguido por la violación de una institutriz religiosa en un taxi, siempre en Orissa. Los organizadores del Foro de la Unidad Cristiana para los Derechos Humanos, alianza de Iglesias reagrupadas en respuesta a la violencia, afirmaron que la relación entre su recrudecimiento y la llegada al poder de los hindúes nacionalistas no se debe a un puro azar. Aunque constituyen la segunda minoría en importancia de la India, los cristianos sólo representan el 2,5% de la población4, y viven principalmente en los estados periféricos de Dravidia y en las provincias subalternas de las tribus. Así, no sólo representan una minoría, sino también una cantidad políticamente desdeñable. Desde que recientemente se dieron a conocer las conversiones de más de 5.000 tribus, las acusaciones contra los misioneros se intensificaron. Los religiosos fueron acusados de llevar adelante actividades anti-patrióticas, cuyo objetivo sería evangelizar al conjunto de la nación hindú. En realidad, los hindúes estigmatizan el rol que cumplen las acciones educativas de los misioneros, en la medida en que esclarecen a las poblaciones tribales acerca de sus derechos, lo que pone en peligro al orden social establecido. Efectivamente, los jesuitas concentraron sus combates, dentro y fuera de las cortes judiciales, contra la explotación impuesta por los propietarios y los prestamistas. El gobierno BJP negó toda implicación en estos ataques y precisó que trabaja a favor de la restauración de la paz cívica. Muchos militantes nacionalistas hindúes piden no obstante la prohibición legal de todas las conversiones, afirmando además que los misioneros redoblaron sus esfuerzos a partir de la llegada de Sonia Gandhi, católica e italiana de nacimiento, a la cabeza del principal partido de oposición, el Partido del Congreso. Fenómeno enteramente social, es evidente que las violencias religiosas no pueden disociarse de su contenido político y económico. Este tipo de nacionalismo sólo expresa emociones religiosas en la medida en que éstas se conectan directamente con el campo de las relaciones de poder en el seno de la sociedad. Desde otra perspectiva, las grandes amenazas que se ciernen sobre el proyecto de solidaridad hindú provienen de las reivindicaciones identitarias que las clases inferiores persiguen desde la época colonial. El Hindutva no es sino una metáfora política manejada por las clases superiores, cuya finalidad consiste en preservar una hegemonía cada vez más resistida por los intocables, las tribus y las mujeres.
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