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Decae la República; se afirma el país mafioso-bananeroEn qué puede desembocar la actual parálisis económica, política, social y moral de Argentina? ¿Hay un límite "natural" para la decadencia de una nación, o es necesario reaccionar para evitar el hundimiento definitivo? Una abrumadora mayoría de argentinos se hace hoy estas dos preguntas. En octubre de 1999, ante las elecciones presidenciales, Le Monde diplomatique edición Cono Sur planteó que la alternativa del nuevo gobierno sería avanzar hacia una República o consolidar el país mafioso-bananero. Hemos decidido reproducir textualmente el artículo (ver pág. 4), porque un año exacto ha transcurrido y la situación se ha agravado en todos los órdenes. La Alianza ganó las elecciones, lleva diez meses en el gobierno y aunque han cambiado algunas cosas formales para mejor, otras, centrales, lo han hecho para peor. Hay gente nueva, otro estilo y cierta declarada intención de prolijidad, pero el momento exige definiciones políticas estratégicas y los dirigentes no dan muestras de tomar conciencia, enredados como están en su mentalidad y entuertos de corporación. El inmovilismo (¿o el desconcierto?) en el gobierno es total; la desesperanza en la sociedad, completa.El vaticinio hecho en aquel artículo por el fallecido Jacobo Timerman (un acuerdo entre los sectores "sanos" del peronismo, el radicalismo y otras fuerzas políticas para frenar la corrupción y modificar el sistema) no se ha cumplido, y a juzgar por los pasos dados por el presidente De la Rúa -genuflexiones ante los organismos financieros y las grandes compañías internacionales; indecisión frente a la integración regional; indiferencia ante el descalabro productivo- el gobierno va en la dirección habitual: ajuste y recesión en pos de una ilusoria calificación de "país de bajo riesgo" y de aún más ilusorias inversiones productivas. Más de lo mismo. Persiste entre los políticos el temor a la sociedad, a liberar y reunir fuerzas detrás de un proyecto de cambio y progreso. Mientras tanto ¿qué es lo que perciben los ciudadanos, los productores y trabajadores? Que mientras otros países latinoamericanos como Brasil, Chile, Cuba1 y Venezuela (ver pág. 12) crecen y se renuevan, buscan su propio camino, Argentina se comprime como piel de zapa. Peor: se degrada, deviene caricatura democrática de la caricatura que ha sido casi a todo lo largo del siglo XX. Legisladores y jueces corruptos; funcionarios sospechosos e ineptos; fuerzas de seguridad principales gestoras de inseguridad2; tres millones y medio de miserables (cifra en crecimiento exponencial: 10,8% en 12 meses; 70% de desnutrición en algunas zonas)3; puesto destacadísimo entre los países corruptos4; industria nacional asfixiada (la producción industrial cayó tres veces más que el conjunto de la economía)5; provincias devastadas6; violación flagrante de la Constitución por el poder Ejecutivo al autorizar maniobras en el territorio de militares extranjeros sin autorización del Congreso y sin que una sola voz se eleve en ese recinto ante el atropello7 (ver pág. 8); acusados del asesinato del vicepresidente de Paraguay que se fugan con la complicidad de policías; pilotos de línea que reclaman controles de seguridad de un organismo internacional (ver pág. 27)… Un país entre la tragedia y el esperpento, como afirmábamos un año atrás. Una nación que ha perdido el Norte; una democracia que camina hacia el abismo. La crisis social y política y la corrupción están directamente ligadas al modelo económico, y resulta asombroso que contra toda evidencia, este gobierno insista en satisfacer a sectores internos y organismos internacionales cuyas exigencias están llevando al país a una ruina irreversible. Un ejemplo: luego de la privatización de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (y además la forma en que se hizo), Argentina es el único país exportador que no se beneficiará del aumento del crudo y, peor, "padece todos los males de ese shock como si fuese importador"8. Las empresas multinacionales instaladas en el país practican -gracias a nuestra habitual generosidad y laissez faire- lo que se conoce como dumping, al ingresar mercaderías a precios inferiores a los que se pagan en los países de origen (a esto hay que agregar el contrabando, unos 3.000 millones de dólares al año) contribuyendo así a la destrucción de la industria nacional y el empleo9. En un reciente seminario10el secretario general de la Unión Industrial Argentina (UIA), José Ignacio de Mendiguren, resumió la pavorosa situación social del país y el factor que está matando su industria: el "costo argentino", tres veces mayor que el internacional a causa del altísimo costo de los servicios y de las tasas de interés. Desde que se instaló la convertibilidad, los precios industriales aumentaron un 11%; los de los servicios entre 95 y 104%. No es entonces el costo salarial, que ha bajado, la causa de falta de competitividad, sino el modelo económico. La UIA propone, al contrario, un shock salarial para reactivar el mercado interno… Y mientras tanto, el mundo comienza a ir hacia otra parte. A las insólitas advertencias sobre la pobreza producto de la globalización hechas por el Banco Mundial y a la creciente ola de protestas mundiales, se agrega ahora la advertencia de Alan Greenspan, director de la Reserva Federal de Estados Unidos: nos estaríamos acercando a una nueva fase de aislacionismo (léase proteccionismo y regulaciones) por parte de los países desarrollados11. Otros informes internacionales destacan los efectos negativos de la globalización en América Latina12. La sociedad argentina debe pensar qué ha hecho para merecer esto y cómo remediarlo.
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