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Anticastrismo primarioEl Salón del Libro de La Habana, que este año tenía como país invitado a Francia, generó una polémica en algunos medios franceses, precisamente los que hace diez años apostaron a la caída del régimen cubano. Apuntaron especialmente al autor de este artículo, quien presentó su último libro en el teatro Karl Marx ante miles de personas y en presencia de Fidel Castro. Hubo quienes sostuvieron que su participación equivalía a avalar al régimen cubano. Pero boicotear el Salón, ¿no hubiera significado en cambio reforzar el bloqueo de la isla y de hecho sumarse a las tesis más hostiles contra una transición interna pacífica y una normalización de las relaciones con Cuba?Desde hace más de 40 años Estados Unidos impone a Cuba un embargo comercial devastador, que obstaculiza un desarrollo económico normal y entraña consecuencias trágicas para los habitantes de la isla. Además Washington libra una guerra ideológica y mediática constante contra La Habana, a través de las potentes Radio Martí y TV Martí, instaladas en Florida, que inundan Cuba de propaganda lo mismo que en la época de la Guerra Fría… Por añadidura, varias organizaciones terroristas hostiles al régimen cubano tienen sede en Florida, donde mantienen campos de entrenamiento desde los que envían regularmente a la isla, con la complicidad pasiva de las autoridades de Estados Unidos, comandos armados para que cometan atentados. De modo que desde hace cuatro décadas Cuba enfrenta agresiones multiformes de parte de Estados Unidos. A pesar de esa guerra larvada, este pequeño país apegado a su soberanía logró resultados excepcionales en materia de desarrollo humano: abolición del racismo, emancipación de la mujer, erradicación del analfabetismo, reducción drástica de la mortalidad infantil, elevación del nivel cultural general… En materia de educación, salud y deporte ha logrado resultados que lo colocan en el grupo de Estados de mejor rendimiento1. En el plano de las libertades las cosas están lejos de ser satisfactorias, como no ha dejado de señalar Le Monde diplomatique2. El último informe de Amnesty International3 sobre Cuba constata que “al menos 13 personas que Amnesty International considera prisioneros de opinión seguían encarceladas a fines del año 2000”. Es grave (aun cuando Amnesty señala que “el embargo de Estados Unidos sigue en vigencia” y “reconoce que esta medida agrava las dificultades en el país y contribuye a empeorar las condiciones carcelarias”), pero está lejos de constituir el anunciado “gulag”. El informe no menciona torturas, desapariciones ni asesinatos. Mientras que en las “democracias” vecinas –Guatemala, Honduras, Haití, incluso México y Brasil– sindicalistas, opositores de izquierda, periodistas4, sacerdotes, alcaldes siguen siendo impunemente asesinados, a lo que se debe añadir la constante violación de los derechos económicos, sociales y culturales, la mortalidad infantil, el analfabetismo, los sin techo, las villas miseria, los niños mendigos, la droga, las delincuencias… La lectura de los informes de Amnesty sobre esos países pone los pelos de punta. Tras la caída de la Unión Soviética y de los regímenes autoritarios de Europa del Este, Estados con los que Cuba llevaba a cabo lo esencial de su comercio exterior, muchos politólogos de pacotilla anunciaron el rápido derrumbe del régimen cubano. Era no comprender la verdadera índole de ese régimen, garante ante todo de la independencia nacional y no considerar que aquél ha cambiado mucho, abandonando aspectos importantes de la vieja ortodoxia socialista. Se modificaron las leyes sobre agricultura, se reconoció a la empresa privada, se alentó el turismo (con sus consecuencias negativas, como el florecimiento de la prostitución), se multiplicaron las empresas de capital mixto, se dinamizó la vida cultural… Hoy Cuba es un país infinitamente más abierto de lo que era hace diez años. Hace mucho tiempo que La Habana dejó de exportar su Revolución, y todos los países latinoamericanos reanudaron sus relaciones diplomáticas. El viaje de Juan Pablo II en 1998 señaló un vuelco en este sentido. El Papa había pedido entonces “que Cuba se abra al mundo y que el mundo se abra a Cuba”. También el rey de España fue a Cuba y se reunió con Fidel Castro. Aunque hay activistas que suelen ser hostigados y detenidos, los principales disidentes están en libertad y reciben oficialmente a la mayoría de los dirigentes extranjeros que viajan a la isla. Hasta los más encarnizados adversarios de Cuba admiten que “los tiempos cambiaron: los cubanos critican todo, los extranjeros circulan por todas partes. A veces es posible encontrarse con un disidente interno y escucharlo hablar…”5. Las cancillerías occidentales, por su parte, aprendieron la lección del fracaso de las transiciones del Este. La catástrofe humanitaria de Rusia y otros países del Este, las guerras étnicas de los Balcanes y el Cáucaso, con sus cientos de miles de muertos, le recordaron a Occidente que no hay una fórmula mágica para garantizar un tránsito exitoso a la democracia. Tanto más cuanto que resultó muy decepcionante en muchos países, donde a la hora de la mundialización liberal se tradujo en privatizaciones salvajes, dilapidación del patrimonio estatal, destrucción del sector público, desmoronamiento de la creación cultural, aparición de mafias y redes de delincuentes, empobrecimiento generalizado… Un Salón del Libro sin censuraEl 11 de septiembre de 2001 Fidel Castro denunció inmediatamente los atentados y expresó su solidaridad con el pueblo de Estados Unidos. No se opuso a la instalación de un campo de detención para los prisioneros de Al Qaeda en la base militar de Guantánamo. Por su parte, George W. Bush no incluyó a Cuba entre los países del “eje del Mal”… Las relaciones entre Estados Unidos y Cuba siguen selladas por la injusticia del bloqueo comercial, pero en el curso de los dos mandatos del presidente William Clinton evolucionaron en un sentido más constructivo. Ya existen vuelos directos entre Estados Unidos y Cuba, que permiten a los emigrados cubanos visitar a sus parientes. Además esos emigrados pueden transferir todos los meses directamente desde Estados Unidos divisas a sus familias. Incluso los turistas estadounidenses vuelven de a millares6. Es evidente que Washington apuesta a una transición pacífica en Cuba y teme una desestabilización brutal, que acarrearía la partida de cientos de miles de boat people hacia Florida, trastornando su equilibrio demográfico. Decenas de personalidades estadounidenses (senadores, legisladores, universitarios, científicos, periodistas, miembros del clero), se suceden ininterrumpidamente en La Habana. Jesse Jackson, Ted Turner, Francis Ford Coppola, Robert Redford, Jane Fonda, viajan allí regularmente. En el pasado mes de febrero el cineasta Oliver Stone estuvo viviendo en Cuba durante semanas, acompañando a todas partes a Fidel Castro, sobre el cual filmaba un documental. Y cabe mencionar el paso por Cuba de decenas de personalidades latinoamericanas y europeas (sobre todo italianas, francesas, españolas y portuguesas). Todo lo cual se considera normal. Con excepción, al parecer, de un grupo de minúsculos estrategas de salón, nostálgicos inconsolables del anticomunismo de antaño, amargados por haber predicho erróneamente hace diez años la caída “inexorable” del régimen cubano. Ignorando el nuevo contexto geopolítico, estos ex combatientes de la Guerra Fría criticaron la participación de personalidades francesas –y especialmente la mía– en el Salón del Libro de La Habana. Fundándose en un artículo plagado de errores del diario Libération7, cuya información no verificaron8, varios perezosos inquisidores demostraron una vez más que los medios repiten a los medios, como loros9. En el marco de su nueva política de difusión de obras no ortodoxas10, el Instituto del Libro cubano quiso editar mi libro Propagandas silenciosas11. ¿Por qué no había de aceptar? Todos los que se tomaron el trabajo de leerlo, saben que es irrecuperable por ningún poder12. Concebido en el espíritu subversivo de los maestros de la Escuela de Frankfurt (Adorno, Benjamin, Marcuse) propone una caja de herramientas conceptuales que permiten defenderse contra la manipulación de los espíritus, venga ésta de la derecha o de la izquierda13. Siguió a la presentación del libro en La Habana un debate franco y abierto con intelectuales, periodistas y estudiantes, en presencia no sólo de Fidel Castro14, sino también de dos importantes personalidades de Estados Unidos, los premios Nobel de Economía Robert Mundell y Joseph Stiglitz. En el curso de este debate recordé entre otras cosas que “la Unión Soviética perdió por KO la Guerra Fría”, y que de esa derrota flagrante había que sacar la siguiente lección: “Un régimen sin democracia y una economía sin mercado llevan a la catástrofe”. Fidel Castro confirmó que ya no existe un “modelo” en política, y que nadie sabe ya muy bien lo que significa actualmente el concepto de socialismo15. Añadió que aunque la impugnación contra la mundialización liberal es legítima, hay que condenar radicalmente todo recurso a la violencia. Más de un millón de personas visitaron ese Salón del Libro de La Habana, que detenta el récord de la mayor concurrencia del mundo. En esta oportunidad se difundieron en ese pequeño país, donde la lectura sigue siendo una pasión, cinco millones de obras. Tuvieron lugar cientos de debates sobre los temas más diversos. Los editores franceses pudieron presentar libremente los libros de autores críticos del régimen, como Cabrera Infante, Reinaldo Arenas, Jesús Díaz, José Triana, Raúl Rivero, etc.16. Las autoridades no censuraron ningún libro. Lo cual confirma una vez más que el anticastrismo primario es el liberalismo de los imbéciles.
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