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Brasil, el estropicioDesde que el 6 de junio pasado el diputado del Partido Trabalhista Brasileiro (PTB), Roberto Jefferson, denunció en el diario Folha de Sâo Paulo que el partido de gobierno pagaba “mensualidades” a ciertos legisladores, una grave crisis sacude al partido y al gobierno de izquierdas más decisivos de América Latina. El descontento de los movimientos sociales de base respecto del rumbo económico del gobierno del Partido de los Trabajadores, anterior a esta crisis, se convierte en defraudación ante la ruptura de la promesa ética que éste representó para sus bases."Ni Brasil ni los brasileños merecen esto", declaró abrumado el Presidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva. Aludía al escándalo de corrupción que desde hace cuatro meses sacude a su país y salpica a ministros y dirigentes de la fuerza de donde él mismo surgió, el Partido de los Trabajadores (PT). Revelada con júbilo por los grandes medios de comunicación y atizada por acusaciones públicas formuladas por las personalidades implicadas, la cuestión cobró rasgos de telenovela 1. Convulsionó toda la escena política con la violencia de un huracán devastador. Al parecer está comprobado que el entorno de Lula da Silva y especialmente José Dirceu, ministro de la Presidencia, había edificado un amplio sistema de sobornos para comprar el voto de diputados aliados del PT 2. Cada parlamentario corrompido recibía mensualmente una suma aproximada de 10 mil euros, extraídos de una "caja negra" alimentada por las finanzas públicas... Por otra parte, desde 2002 un mecanismo sofisticado de desvío ilegal de dinero había permitido financiar la campaña que culminó con la elección del presidente Lula. No obstante, hasta el momento no se ha aportado ninguna prueba de la implicación personal del jefe de Estado. Tampoco parece que los diferentes dirigentes políticos miembros del PT comprometidos en este asunto se hayan enriquecido a título personal. Cabe decir que eran "corruptores activos" y no "corruptos pasivos", lo que no es menos grave, que actuaban en nombre de lo que consideraban el interés superior de su partido. Desde enero de 2003 el PT gobernó con el apoyo de diversos aliados. Pero a pesar de sus apoyos no contaba con una mayoría en la Cámara, lo cual lo obligó a buscar la neutralidad o el apoyo de grandes fuerzas conservadoras, como el Partido de la Socialdemocracia (PSDB), el Partido del Movimiento Democrático (PMDB) y el Frente Liberal (FL). En Brasil los parlamentarios son tradicionalmente independientes de los partidos en los que militan. No vacilan en cambiar de pertenencia. De modo que son sumamente sensibles a todas las formas de corrupción. Se trata lamentablemente, como en muchos países, de una práctica constante en política, cualquiera sea el equipo que esté al mando. Salvo que esta vez, con el PT en el poder y Lula da Silva en la presidencia, los ciudadanos esperaban una erradicación definitiva de esas costumbres detestables. ¿No había hecho el PT de la ética su principal estandarte? ¿No había repetido que la "democracia participativa" en las municipalidades y Estados que gobernaba constituía la mejor garantía contra la corrupción? ¿No había inventado y exportado al mundo la idea del "presupuesto participativo" como modelo de control colectivo sobre la gestión de las finanzas públicas? Lula da Silva, un político nacido en la miseria, que había logrado abrirse camino en medio de feroces desigualdades a fuerza de voluntad e inteligencia, ¿no era acaso la representación misma de la probidad? La actual decepción es proporcional a las esperanzas que había hecho nacer su elección en octubre de 2002. Se creyó entonces que se daba vuelta una página y que había llegado por fin la hora de la justicia social para la masa de desheredados de Brasil 3. Sin embargo, hay quienes sostienen que el actual escándalo no constituye en absoluto una sorpresa. Desde hace mucho tiempo el ala izquierda del PT y los poderosos movimientos sociales (entre ellos el Movimiento de los Sin Tierra) alertaban sobre las desviaciones de un gobierno reticente a poner en práctica reformas sociales indispensables 4, mientras se empeñaba en llevar a cabo, alentado por el Fondo Monetario Internacional una política económica muy alejada de las promesas hechas al electorado popular. La paradoja es que el PT llegó a corromper a diputados de derechas para que votaran leyes de derechas... Por supuesto, las fuerzas conservadoras, que se revuelcan en la corrupción desde hace décadas, están eufóricas y se dan el lujo de ofrecer lecciones de moral. En Washington, nadie llora demasiado los infortunios del presidente Lula da Silva. Su innovadora diplomacia Sur-Sur irritaba. Y disgustaba el rol clave de Brasilia en una América Latina cada vez más arrastrada hacia la izquierda por el nuevo eje Venezuela-Cuba, pero también por Argentina, Uruguay y Panamá. Al dirigirse a la nación el pasado 12 de agosto, el Presidente brasileño se disculpó ante su pueblo, afirmando que había sido "traicionado por prácticas inaceptables que ignoraba". La próxima elección presidencial tendrá lugar en octubre de 2006. De aquí a entonces, ¿logrará Lula da Silva restablecer su vínculo con las clases populares que lo habían convertido en un ícono y que hoy ven eclipsados sus sueños?.
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