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Reseñas de libros
El señor Kreck
De Juan Octavio Prenz
Se podría afirmar, en el marco de cierta abulia crítica, que El señor Kreck es una novela de cuño kafkiano; en rigor de verdad, es mucho más que eso; cribada de influencias y resonancias, esta novela de Juan Octavio Prenz se constituye por sí misma en uno de los textos más significativos de la narrativa argentina de los últimos tiempos. Es, entre otras cosas, una honda reflexión en torno de la lengua, desde la inclinación del protagonista a no malgastar palabras (un bien escaso que hay que atesorar en su alcance y significación) hasta la resignada (y nominalista) certidumbre de que el duro núcleo de la lengua es su inefabilidad, de que la lengua jamás alcanza al objeto que quiere nombrar, de que la lengua es un instrumento insuficiente. Es una metáfora abarcadora de los años de dictadura militar, expurgada de pancartas, efusiones populistas y golpes de efecto. Es una brutal y puntillista pintura del funcionamiento de la justicia en los Estados totalitarios; allí donde el Kafka de “En la colonia penitenciaria” asegura: “La culpa está siempre más allá de cualquier duda”, Prenz concluye: “Nadie es inocente, ni siquiera cuando lo decide la justicia”. Acaso no sea superfluo postular que la ciudad que recorre el señor Kreck –una ciudad-trampa en la que cada esquina puede ser una precipitación en el abismo– es análoga a aquella que trajinaba el protagonista de El apartado, la primera y olvidada novela del argentino Rodolfo Rabanal que anticipaba la época de la dictadura. El destino ulterior de Kreck se imbrica en el rigor lógico y reiterado de la pesadilla: al fin y al cabo, como la Emma Zunz borgeana, el señor Kreck también anhela “encontrarse en el momento después”.
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