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Literatura india, cuatro mil años de compromiso socialPor primera vez la Feria del Libro en París reservará el lugar de honor a la literatura india, cuya tradición se remonta a casi cuatro mil años. Abiertas a las dieciocho lenguas oficiales del país, las letras modernas experimentan una nueva vitalidad. Desde la época de los Veda hasta las novelas de las nuevas generaciones de habla inglesa, el compromiso social e incluso a veces la protesta marcan esta creación.Shakuntala, la obra más conocida del gran poeta dramático de la India clásica, Kalidasa (siglo IV), narra el encuentro del rey Dushyanta, durante una partida de caza, con la hija de un ermitaño. Flechazo recíproco. La pareja se casa en secreto, pero, tras la noche de bodas, el rey se va. Abrumado por las cuestiones del reino, termina por olvidar a su nueva conquista, que lo espera. El drama amenaza con estallar, pero como no hay tragedia en el teatro indio, el rey finalmente recobrará su memoria y se reunirá con su bella Shakuntala. Esta historia, que tanto entusiasmó a la intelligentsia occidental cuando fue traducida del inglés por primera vez, en el siglo XVIII, resulta representativa de las relaciones complejas de amor y olvido que desde hace muchos años Occidente mantiene con las literaturas indias. El período actual es favorable al acercamiento de los imaginarios, como lo demuestra la extraordinaria simpatía de la que gozan los escritores indios en lengua inglesa. Sin embargo, los indios cuentan y crean en una veintena de lenguas, algunas de las cuales tienen tradiciones plurimilenarias. Estas obras escritas en hindi, bengalí, sánscrito, tamil o alguna de las otras catorce lenguas oficiales del país también merecen ser conocidas, por sus riquezas estéticas, imaginativas o filosóficas. La literatura india, que en sus orígenes fue esencialmente religiosa, ha sido muy abundante, desde los Veda (1.500 a 2.000 a.C.) hasta el Ramayana y el Mahabharata (siglos I y II d.C.), sin olvidar el Kathasaritsagara (siglo XI) o los Bhakti (véase el recuadro, pág. 36). Invectivas y poesíaLa corriente moderna en las letras indias nació al despuntar el siglo XIX, al contacto con Europa, con sus pensadores y sus libros. Se la encuentra en principio en la literatura bengalí, cuyos autores se vieron expuestos muy pronto a la influencia occidental, dado que los ingleses habían elegido la región de Bengala como centro administrativo de su imperio. Fundada en 1690 por un empleado de la East India Company, y luego capital de la India británica (hasta 1912), Calcuta se convirtió en el centro neurálgico de la vida intelectual india, en parte gracias al descubrimiento por parte de los sanscritistas europeos de tesoros insospechados de la literatura clásica india, y en parte a la creación de los primeros establecimientos universitarios (el Fort Williams College en 1800 y el Hindu College en 1817), que impartían una enseñanza de tipo occidental. Los jóvenes bengalíes formaron una nueva elite, de la que salieron los escritores que renovarían la literatura, inyectándole nuevas ideas e importando formas tales como la oda, el soneto, el verso libre, y sobre todo la novela y el cuento. Bajo el impulso del escritor Bankim Chandra Chatterjee se enraizó la ficción novelesca. Autor de catorce novelas, Bankim trata temas nacionalistas, pero también intrigas románticas e históricas a la manera de Walter Scott. Muy popular en Bengala pero también en otras regiones, donde sus novelas fueron traducidas rápidamente, se lo considera unánimemente el "padre de la novela india". Así, a fines del siglo XIX, Bengala ya tenía una literatura de primera línea con sus novelistas, sus cuentistas y sus poetas, que habían sabido domesticar las formas occidentales y las habían convertido en el apoyo elocuente de la efervescencia social e intelectual que sacudía entonces a este viejo país, en lucha con las fuerzas de la modernidad. La obra multidimensional de Rabindranath Tagore, que se ubica en la confluencia de India y Occidente, de lo secular y lo espiritual, y que fue coronada por el Premio Nobel de Literatura en 1913, es el resultado emblemático de esta empresa de renovación intelectual, llamada "renacimiento bengalí". Esta corriente modernista se propagó muy rápidamente en los otros centros culturales e intelectuales, y dio un impulso decisivo a la creación literaria en las grandes lenguas regionales indias. Las primeras novelas en hindi, en urdú, en telugú, en tamil, en malabar, en guyaratí o en oriya datan todas de la segunda mitad del siglo XIX. El cuento logró un éxito extraordinario en todas las literaturas vernáculas. Bajo la influencia de Tagore, que lo había pedido prestado a los franceses para luego popularizarlo en Bengala, antes incluso de que el género se impusiera en Inglaterra, los escritores indios se apropiaron de esta forma de narración breve tan contraria al largo aliento del discurso indio. La adaptaron con bríos a las urgencias de la reforma social y de la resistencia nacional contra el colonizador, las dos fuentes principales de inspiración durante la primera mitad del siglo XX. Pero el cuento alcanzó sin dudas una cumbre de perfección y expresividad, nunca después igualada, con escritores de la escuela progresista como Munshi Premchand (hindífono), Saadat Hasan Manto (urdúfono) o Ismat Chughtai (urdúfono), quienes dominaron la escena literaria hasta la Independencia, en 1947, con temas tales como la miseria social y la opresión de las mujeres. Tras la Declaración de la Independencia, las literaturas de las principales lenguas vernáculas (bhasa) experimentaron un impulso que revitalizó todos los géneros. La poesía bengalí se modernizó y se urbanizó, alejándose del idealismo romántico y del culto a lo bello que caracterizaban la poesía de Tagore y sus herederos inmediatos, como Jibanananda Das o Sukanto Bhattacharya. En la pluma de los poetas muchas veces reunidos en cenáculos 1, la poesía se volvió más popular, más irrespetuosa de las convenciones; se atrevió a invectivas y groserías, sin dudas para comulgar más con la calle, su principal fuente de inspiración. En las regiones del sur, los cuentos, muchas veces publicados en los diarios, se impusieron como la forma literaria más acorde a las expectativas populares. Entre las grandes figuras de estas literaturas vernáculas post-independencia se encuentran Mahasweta Devi, Nirmal Verma, U.R. Ananthamurthy, O.V. Vijayan 2. Escritores decididamente individualistas, en quienes la sensibilidad personal prevalece sobre el compromiso colectivo. Paralelamente, asistimos también a un gran movimiento de democratización y de "desaburguesamiento", como lo confirman la llegada de mujeres y la irrupción de los autores dalit u "oprimidos", término con el que quieren ser identificados los escritores de origen intocable. La subversión entra en la literatura. "Nací cuando amainó el sol / Y lentamente se apagó / En el asedio de la noche. / Nací en un sendero / Entre trapos viejos. / Crecí como un loco de tornillos sueltos / Comí excrementos y crecí. / Déme cinco paisas, déme cinco paisas, / Y a cambio tome cinco insultos / Voy camino del santuario", escribe el gran poeta Namdeo Dhasal, resumiendo en pocos versos la privación y la crueldad que sufre su comunidad. Constituida por el 24% de la población, la comunidad intocable está ubicada en el escalón más bajo de la jerarquía social de castas que rige en India desde la más alta antigüedad. La poesía dalit nació de este sufrimiento y de las persistentes luchas de personalidades como el Mahatma Jyotiba Phule o Bhimnao Ramji Ambedkar 3 para concientizar a la población. Es una poesía que emergió en los sesenta en el estado indio occidental de Maharashtra, lugar natal de Ambedkar, y que habla de la humillación cotidiana que afecta a la esencia misma de la vida. En un poema sobre el agua, Dhasal acusa: "Hasta al agua se le enseñan los prejuicios de casta". "Hasta el sol deberá cambiar", exclama Arjun Dangle, otro poeta de Maharashtra. Un millón de rebelionesPara ellos, escribir no es sólo una práctica estética, sino también un acto político cuyo fin es desterrar el orden hindú de la sociedad por la fuerza de la palabra. Inspirándose en la rebelión de los poetas negros estadounidenses del Harlem Renaissance, en 1973 fundaron el movimiento de las Panteras Dalits, que pretende aliar la práctica poética con un activismo político radical. Fundador de este movimiento, Dhasal adquiere cierta notoriedad con su primera antología de poemas, titulada Golpitha. Sus poemas chocaron con el establishment literario por la crudeza de su lenguaje, por las evocaciones osadas donde se mezclan la sexualidad, la abyección y la rebeldía. V.S. Naipaul, que conoció a este poeta rebelde en la década del '80, esboza un retrato admirativo del personaje en su relato de viajes India, un millón de rebeliones (1988): "La gran originalidad de Namdeo (Dhasal) fue escribir en un estilo natural, utilizando palabras y expresiones que son sólo propias de los dalits (...). Su primer libro de poemas está escrito específicamente en el idioma del barrio de burdeles de Bombay. Eso fue lo que causó sensación". Las autobiografías también marcaron las letras dalits. Ma vie d'intouchable, de Daya Pawar, y Oupra, de Lakshman Mané 4, son obras maestras del género, que sorprenden tanto por la economía y eficacia de su escritura como por su valor testimonial. Se trata fundamentalmente de historias de vida que permiten comprender lo absurdo y lo inhumano de ciertas tradiciones y creencias hindúes. En la actualidad cabe hablar de un corpus verdaderamente nacional de literatura dalit, con la entrada en escena de escritores en lengua tamil, guyaratí o punjabi. Según Bama, la gran voz de la literatura tamil cuya novela autobiográfica Sangati ("La asamblea") 5 fue traducida en 2002, "la literatura dalit es la única verdadera literatura de liberación de la India". Menos combativa pero igualmente subversiva, la corriente de los digambara kavulu (poetas desnudos), en la que se enmarca la poesía erótica telugúfona, rica en imágenes sexuales y jalonada de vocablos obscenos, sacudió profundamente, en los albores de la década del '70, el elitismo de la India profunda. Muchos poetas digambara impulsaron la provocación hasta lograr difundir sus primeras antologías por conductores de rikshas, lavacopas de restaurantes ruteros o prostitutas. Los brahmanes-como-la-gente todavía no se recuperaron del impacto. En cuanto a la literatura en lengua inglesa, adquirió desde hace unos años una visibilidad de la que aún no gozan las otras literaturas indias. Fruto de casi 200 años de colonización británica, la anglofonía india vive actualmente un período de esplendor, gracias a la fecundidad y al talento deslumbrante de novelistas como Salman Rushdie, Tarun Tejpal o Arundhati Roy, para citar solamente los nombres más mediáticos. Esta generación de escritores -llamada la generación de los "hijos de la medianoche", en alusión al título de una novela de Salman Rushdie- muestra, mediante su práctica totalmente liberada de la lengua de Shakespeare, hasta qué punto, lejos de ser el vestigio de un pasado de servidumbre, el inglés se convirtió en la herramienta privilegiada para explorar la realidad contemporánea india en toda su complejidad. Ansiosa por consolidar su dominio sobre el país mediante la promoción de una elite anglófona que pudiera servir de intermediaria entre ella y las masas indias, la administración británica, desde el siglo XIX, deseó ver emerger, según las palabras de Thomas B. Macaulay, "una clase de individuos indios por su sangre y el color de su piel, pero ingleses por sus gustos, sus opiniones, su moral y su capacidad intelectual" (Minute on English Education, 1835). Como consecuencia, en 1835 se alentó la promulgación de una ley que imponía el estudio del inglés en la enseñanza secundaria y superior. La primera novela india en inglés data de 1864, pero el género conoció su verdadero auge a partir de los años '30, con la generación de R.K. Narayan, de Mulk Raj Anand y de Raja Rao, quienes dieron vida a una literatura original. Estos pioneros de las letras indo-inglesas hicieron historia, pues fueron los primeros en comprender que la utilización del inglés en el contexto indio no era evidente y que había que escribir teniendo siempre presentes las condiciones problemáticas del inglés en India y del escritor anglófono. En el prefacio a su novela Kanthapura (1938), cuyo mensaje conserva su actualidad, Raja Rao escribió: "Estamos condenados a expresar este espíritu, que es el nuestro, con palabras venidas de otra parte. Es difícil darse cuenta de los matices de nuestro pensamiento y de los silencios que llenan el proceso de reflexión, a causa de esa incapacidad que sentimos para expresarlos en una lengua extranjera". Pero, ¿puede decirse del inglés que es una lengua extranjera para los indios? Para Salman Rushdie y sus condiscípulos, que a principios de los ochenta tomaron por asalto la escena de la anglofonía india cómodamente dormida, la respuesta evidentemente es no. Salidos de las clases sociales más acomodadas, casi todos estudiaron en escuelas donde el inglés era la primera lengua. Viven en su casa a la manera occidental, aprovechando ese ambiente de plurilingüismo del que habla el escritor vernáculo Ananthamurthy: "Vivimos en un ambiente de influencias múltiples, cualquiera sea el lugar de India en que vivamos. Esto puede ser particularmente cierto si vivimos en una de esas ciudades del interior. Hablar una lengua en casa, otra en la calle y una tercera en el trabajo resulta de lo más natural y habitual". Justamente explotando con bríos e inventiva el potencial novelesco de este "ambiente de lenguas" en su Hijos de la medianoche, Salman Rushdie logró renovar profundamente la literatura angloindia. Publicada en 1981, esta novela que narra las aventuras y desventuras de la India poscolonial, vistas a través de los ojos de los niños nacidos en la fatídica hora de la medianoche del 15 de agosto de 1947, justo cuando India accedía a su independencia, fue premiada con el Booker Prize, equivalente inglés del Premio Goncourt francés. Al adaptar los recursos de la creatividad india a la tradición novelesca europea, Los hijos de la medianoche despejó el camino hacia una anglofonía asumida y liberada. Dentro de la primera ola de escritores que salieron a la luz después de Rushdie, hay que citar a Amitav Ghosh, Shashi Tharoor, Vikram Seth, Rohinton Mistry, Upamanyu Chatterjee, Amit Chaudhuri, Bharati Mukherjee, Shauna Singh Baldwin, Githa Hariharan. Residentes en su mayoría en el exterior, estos autores exploran India y sus abismos a través de la trama de la nostalgia o de la parodia, recreando, para citar a Rushdie, "patrias imaginarias, invisibles, Indias de la mente" arrancadas a la distancia y al olvido. La publicación en 1997 de El dios de las pequeñas cosas, de Arundhati Roy, acreedora del Booker Prize y uno de los mayores éxitos editoriales nacionales e internacionales, marcó la entrada en escena de la segunda ola de escritores indios anglófonos, que en su mayoría viven en India. Tarun Tejpal, Rana Dasgupta, Indrajit Hazra, Ruchir Joshi, Radhika Jha y Raj Kamal Jha, en Delhi; Anita Nair y Lavanya Sankaran, en Bangalore; Allan Sealy en Dehradun. Como el exilio no maquilló su percepción de los temas que tratan, muchas veces son más lúcidos que sus predecesores. Pero no son menos cosmopolitas en sus filiaciones literarias y estéticas, como lo prueba la sutil novela corta de Rana Dasgupta, Tokio cancelled (Black Cat, 2005), heredera del Decamerón de Bocaccio (1348) y de los Cuentos de Canterbury del inglés Geoffrey Chaucer (siglo XIV). En su último libro aparecido en francés con el título de Le jardin des délices terrestres 6, Indrajit Hazra explora, por su parte, las relaciones complejas de la escritura y la mentira, mediante una fantasmagoría que hace viajar al lector entre una Calcuta surrealista y sorprendente y una Praga fría y desencarnada. Finalmente, Fireproof, de Raj Kamal Jha 7, que ya había escrito en 1999 una novela intimista de enorme intensidad, vuelve con una historia armada de manera inteligente y ubicada en muchos niveles, sobre el pogrom antimusulmán que tuvo lugar en India en 2002, bajo la mirada cómplice del poder de turno; una novela fuerte, catártica, que se apoya en la imagen central de un feto desmembrado y que invita al lector a descender a lo más profundo de una memoria colectiva enlutada para siempre, y a interrogarse sobre la precariedad de nuestra humanidad, sobre la barbarie que amenaza a la civilización. Este cuestionamiento crítico y punzante de las incurias sociales, en el que los jóvenes anglófonos parecen sobresalir en la actualidad, es sin dudas uno de los elementos que tienen en común con el vasto corpus literario plurimilenario de India. Su hilo conductor es el compromiso social.
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