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En la jungla farmacéuticaEn Salisbury, Connecticut (EE.UU.), falleció recientemente, a los 90 años, Anne Sheafe Miller, el primer ser humano salvado de una infección masiva de estreptococos gracias al "milagroso" producto de un tal Alexander Fleming: la penicilina. Eso fue en marzo de 1942, antes de que existieran las patentes sobre medicamentos. Hoy en día, la industria farmacéutica se despedaza ante los tribunales por las patentes, licencias y partes de mercado, y parece tener un solo objetivo: lograr ganancias astronómicas.La mentalidad que prevalece en este "negocio" puede resumirse en el titular de un diario suizo, el año pasado: se refería al "mercado" de la esclerosis en placa, "que mueve 1.400 millones de dólares"1. Para mantenerse en el mercado mundial, los laboratorios deben lanzar cada año simultáneamente en Estados Unidos, en Europa y en Japón, dos o tres moléculas susceptibles de superar 1.000 millones de dólares de venta2. La búsqueda de ganancias y de competitividad, para poder brindar a los accionistas tasas de rentabilidad de 20%, 30% y hasta 40%, favorece ciertas prácticas ilegales: acuerdos sobre precios, formación de cartels y experimentaciones peligrosas en el Tercer Mundo o sobre poblaciones marginales y precarias: toxicómanos, refugiados, etc.3. A fines de octubre de 1999 el presidente William Clinton en persona acusó a los grupos farmacéuticos de inflar artificialmente los precios de los medicamentos vendidos en Estados Unidos, que cuestan 50% menos en Canadá. Esos grupos rechazan, por otra parte, la reforma de la asistencia médica para las personas de la tercera edad (Medicare), para no tener que dar explicaciones sobre los precios. Para citar sólo un laboratorio, el estadounidense Schering-Plough obtuvo en 1999 ganancias por ¡2.100 millones de dólares! En 1995, el Massachusetts Institute of Technology (MIT), de Boston, descubrió que sobre los catorce medicamentos más prometedores a los ojos de la industria en el último cuarto de siglo, once se originaban en investigaciones financiadas por el Estado. Así, el Xalatan, un colirio contra el glaucoma (507 millones de facturación en 1999), fue descubierto gracias a una ayuda pública de cuatro millones de dólares otorgada a la Universidad de Columbia. Al señalar que para su fabricante, Pharmacia Corporation, ese producto que tiene apenas cuatro años es "oro líquido", el New York Times precisaba: "Los contribuyentes no recogieron ningún beneficio financiero de su inversión"4. La expectativa de beneficios financieros y la inminencia del pase a dominio público de patentes muy rentables generan un frenesí de megafusiones5. Como la anunciada el 17-1-00, entre Glaxo Wellcome y Smith Kline Beecham. Este último gigante es el número uno del mercado mundial de medicamentos, del que posee el 7,3%, con ventas anuales por 25.000 millones de dólares. Las reestructuraciones, las reducciones de personal (en 1995, al fusionarse con Glaxo, Wellcome despidió a la casi totalidad de sus 1.600 empleados) y las ofertas públicas de compra, muchas veces hostiles, se suceden en este sector, hipnotizado por las perspectivas de las ganancias extraordinarias que prometen tanto los descubrimientos en el terreno de la genómica como la globalización del comercio. Por otra parte, esas maniobras financieras fueron objeto de un informe del Congreso estadounidense, dado que las ganancias que generan, en constante aumento, pagaban menos impuestos que las de otras industrias. ¿Se trata acaso de un mal necesario, destinado a financiar la innovación? En Francia, el Estado procedió en 1999 a evaluar 2.663 medicamentos sobre la base del "servicio mal otorgado", y procedió a bajar la tasa de rembolso de más de un centenar de preparaciones. Prescrire, una de las pocas publicaciones médicas independientes de los laboratorios, estimaba por su parte, luego de estudiar 223 nuevos medicamentos lanzados al mercado, que sólo nueve aportaban realmente un agregado6. Al mismo tiempo, Aventis (fruto de la fusión entre Rhone-Poulenc y Hoechst), cuyos beneficios (7% en 1999) aún permanecen lejos del 20% de Merck, Pfizer y Warner Lambert, intentaba separarse de su centro de investigación de Romainville, en la región parisina y armar una alianza europea con DuPont. La movilización del personal impidió concretar el proyecto. La patente sobre el Losec, el medicamento antiulceroso más vendido en el mundo (4.800 millones de dólares por año), que representa 40% de la facturación de AstraZeneca, expira durante 2001. Hace ya dos años que el grupo sueco-británico intenta prohibir la comercialización de copias por parte de su competidor Azupharma, filial del grupo suizo Novartis. De tribunal en tribunal, de Alemania a Australia, las dos firmas libran un combate judicial mundial. Es que, en general, cuando un genérico aparece en el mercado, un medicamento cubierto por una patente pierde el 75% de sus ventas en veinticuatro meses. Quedarse con la tajadaSin embargo, para las empresas existen maneras de evitar ese "perjuicio": un fabricante puede, por ejemplo, poner en circulación su propio genérico cuando expira su patente, obteniendo así ganancias tanto por el medicamento original como por su copia. Además, los productores hacen lobby intensivo para extender el plazo legal de explotación. Es el caso de Schering-Plough, que reclama una prolongación de tres años de la explotación exclusiva de su antialérgico Clarityne (2.000 millones de dólares de ganancias anuales) cuyos derechos expiran en 2002. La píldora genérica costaría medio dólar, mientras que actualmente el producto se vende a 2,5 dólares. Para "quedarse con la tajada" el gigante estadounidense contribuye muy generosamente con las campañas electorales y aumentó su presupuesto de lobbying de 1,9 millones de dólares en 1996 a 4,3 millones en 20007. De la misma forma, los gigantes Warner Lambert y Pfizer se despedazan ante los tribunales del Estado de Delaware (EE.UU.) con motivo de su fusión con American Home Products y de la explotación de la patente del Lipitor, un hypocolesterolemiante que en 1999 produjo a Pfizer 3.600 millones de dólares. Viagra, otra producción de Pfizer, podría sufrir en poco tiempo la competencia de genéricos: en efecto, en noviembre de 2000, a pedido de Eli Lilly, rival de Pfizer, la justicia británica decidió el no patentamiento de las vías biológicas de la función eréctil. Esta decisión, afirmando que las funciones biológicas forman parte del dominio público, podría ser de suma importancia en momentos en que la industria se lanza sobre la explotación de los bancos de ADN. Médicos vinculados a empresasA este cuadro hay que agregar las más nefastas consecuencias de la mundialización. China está amenazada de represalias comerciales por violación de las reglas del comercio internacional, a causa de que prevé reducir por decreto los precios de los medicamentos, que representan el 60% del total de los gastos de salud, contra un 10 a 15% en la mayoría de los países desarrollados8. "Una poderosa vinculación se generó entre las compañías farmacéuticas, los administradores de los hospitales y los médicos", explica Qiu Renzong, profesor de bioética en la Academia China de Ciencias Sociales. "Nosotros producimos medicamentos igualmente eficaces que los provenientes del extranjero, pero los médicos no los recetan más", añade. El New York Times completa esa afirmación señalando que "los grupos farmacéuticos extranjeros y los fabricantes de equipamientos médicos pagan los estudios en el exterior de los médicos chinos… y les consiguen pasajes de avión y hoteles para asistir a conferencias"9. En un informe fechado a fines de mayo de 2000 en Bruselas sobre las actividades del Transatlantic Business Dialogue (TABD), un grupo de presión del que forman parte los 100 empresarios occidentales más importantes, el Guardian Weekly describe el impacto de lo que llama "el misil de crucero de la globalización" defendido por esa asociación y fundado sobre el principio "aprobado una vez, aceptado en todas partes". El Guardian aporta el siguiente ejemplo: "Hace algunos años Pfizer fabricó válvulas cardíacas defectuosas que mataron a 165 pacientes. Europa está naturalmente preocupada ante la idea de tener que aceptar esa válvula simplemente porque obtuvo la bendición de la Agencia Estadounidense de Alimentos y Medicamentos"10. Al mismo tiempo, American Home Products va a desembolsar 4.000 millones de dólares para indemnizar a unos 4.000 consumidores de productos de régimen que habían hecho juicio luego de usar píldoras adelgazantes que provocaban problemas cardíacos. A los medios de negocios no les importan las disposiciones particulares de los Estados respecto de la salud o las reglas de seguridad, ni siquiera las reglamentaciones nacionales sobre las fábricas de material médico, incluso sobre las vacunas11. Por su parte, el derecho a la competencia también es vapuleado, como demuestra el caso del mercado de vitaminas que estalló en 1999 y desembocó en una catarata de juicios -tanto en Estados Unidos como en Australia o Canadá- algunos de los cuales siguen en curso. Las multas son colosales: Pfizer aceptó pagar 20 millones de dólares por violar la ley antimonopolio entre 1989 y 1984. Tres compañías farmacéuticas japonesas (Takeda Chemical, Eisai Co. y Daiichi Pharmaceuticals) se declararon culpables de acordar sus precios y repartirse el mercado mundial de vitaminas utilizadas tanto en farmacia como en la industria alimentaria: la multa asciende a 137 millones de dólares12. Hoffmann-LaRoche, filial del holding suizo Roche, aceptó por su parte pagar 500 millones de dólares de multa, y la alemana BASF 222 millones, luego de un acuerdo amistoso con la justicia estadounidense. Según los investigadores, los europeos comenzaron a conspirar con los japoneses a comienzos de 1991. Unos y otros se reunían bajo el nombre ficticio de "Vitamins Inc." para repartirse las zonas geográficas y fijar los precios y los volúmenes de producción13. Las compañías afectadas por esas prácticas -como la alemana Bayer o la estadounidense Quaker Oats- recibirían extrajudicialmente 1.200 millones de dólares de compensación por el perjuicio comercial sufrido. En momentos en que la genómica abre horizontes insospechados para vencer las enfermedades, resulta urgente obligar a la industria farmacéutica a una mayor transparencia y a una mayor ética, y lograr que la investigación se concentre en la salud y en el bienestar de todos; no solamente en la cotización de las acciones. Se estima que las inversiones en marketing y ventas, incluyendo los costos administrativos, representan en promedio un 35% de la facturación de los laboratorios, es decir, ¡el doble de los presupuestos medios de investigación y desarrollo!
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