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Reseñas de librosEn honor a la verdad (Memorias desde el exilio de Robert Cox)De David CoxEditorial: Ediciones Colihue Cantidad de páginas: 286 Lugar de publicación: Buenos Aires Fecha de publicación: Enero de 2002 Libro sorprendente, paradojal, esclarecedor. Las cartas y testimonios del director del diario The Buenos Aires Herald durante la dictadura militar (1976/83) Robert Cox, reunidos por su hijo David, conforman un todo sorprendente no por lo que revelan sobre las atrocidades del gobierno militar, sino por la forma en que aquellos hechos fueron vividos por algunos (muy raros) honestos y valerosos miembros del mismo establishment nacional y extranjero que aprobaba los objetivos económicos del golpe de Estado. De entrada, el testimonio de un valiente diplomático, Tex Harris, de la embajada de Estados Unidos (gobernaba James Carter, quien acaba de recibir el Premio Nobel de la Paz por su lucha a favor de los derechos humanos), sobre la prensa argentina: “… los medios estuvieron ausentes, sordos, callados, y en algunos casos cómplices por su falta de responsabilidad en informar al pueblo”. No fue este el camino que eligió Robert Cox, cuya incansable lucha desde el Herald en favor de la justicia y los derechos humanos le valieron el exilio forzado y constituyen la gran paradoja del libro: tanto Cox como el Herald apoyaban la política económica de la dictadura, aunque liberales de pura cepa como son, les resultaban inadmisibles sus métodos. Las dificultades de Cox para entender las relaciones de causalidad entre economía y política en el contexto argentino, reveladas en sus cartas, son de una ingenuidad por momentos irritante, pero siempre conmovedora, porque lo que prevalece es su indeclinable decisión de atenerse a la legalidad y a los valores éticos y morales universalmente aceptados. El trasunto esclarecedor del libro es el definitivo derrumbe del “yo no sabía”. Cox y su amigo porteño Harry Ingham van descubriendo, carta a carta, que todos sus amigos en el gobierno “sabían”; que sus amigos en la “gran prensa” argentina “sabían” (abundan los nombres propios); que sus amigos de la alta burguesía “sabían” y que casi todos, por adhesión incondicional, por temor, o por ambas cosas, callaban. No menos esclarecedor resulta verificar en esta correspondencia íntima –y por lo tanto exenta de segundas intenciones– la forma en que la gente honesta veía los extravíos mortíferos de cierta izquierda argentina. Para un demócrata como Cox, no obstante, el terrorismo es una anormalidad a combatir con la ley y la justicia, mientras que un Estado terrorista resulta una atrocidad, una deformación incomprensible e inaceptable. Libro simple, honesto hasta el candor, revela además los recovecos de una educación exquisita: Cox es un hombre delicado y profundamente respetuoso, además de valiente y tozudo en sus convicciones. La moraleja, para cierto progresismo maniqueo, es que este libro demuestra una vez más que nunca, en ninguna parte, están todos los que son, ni son todos los que están.
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