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Gasoducto versus buques metanerosEl proyectado gasoducto que uniría Venezuela, Brasil y Argentina, con extensiones a Uruguay, Paraguay y quizá Bolivia, genera la oposición de quienes sostienen que el transporte de gas licuado por barco requiere menos inversión y es más moderno y económico. Pero aun si así fuese, lo que no está probado, un gasoducto “une” a los países de muy variadas y positivas maneras y genera polos de desarrollo.Por las dificultades para transportarlo, durante muchos años el gas natural quedó restringido a ser un bien energético regional, sin precios internacionales como el crudo, aunque estuvo referenciado al petróleo de manera más o menos indirecta. Pero con el desarrollo de los gasoductos de larga extensión y con las técnicas de transporte del gas licuado, se fue convirtiendo en un producto energético cada vez más importante en el mercado mundial. Los países exportadores comenzaron a relacionar de este modo sus ventas externas con los precios internacionales. En América del Sur se presentaron en muy poco tiempo tres proyectos destinados a la exportación de gas de Perú y Bolivia, y luego de Venezuela. En el caso del gas boliviano o peruano el destino era Estados Unidos, transportado en barcos metaneros 1, ya se tratara de gas del yacimiento peruano de Camisea, o de los grandes yacimientos bolivianos. Este proyecto, luego conocido como "Anillo Energético", se complementaba con un gasoducto nuevo de Bolivia a Argentina, llamado del Noroeste Argentino (en la jerga gasífera, conocido como "el gasoducto Techint"). El proyecto hizo agua porque la inversión en tuberías a puertos, la licuación del gas para su posterior envase y carga en los buques metaneros, el transporte marítimo (se pensaba en la Alta California estadounidense o la Baja California mexicana como destinos), la regasificación en el puerto de llegada y la nueva introducción en gasoductos para dirigirlo a su uso final resultaba demasiado onerosa. Muy caro, pues, y con muchas dificultades políticas, porque Perú discute límites marítimos con Cxhile y Bolivia no vende gas a este último si antes no se negocia su salida al mar. Y aquí un paréntesis: conviene recordar que los acuerdos de Argentina con Chile sobre al Anillo Energético y con Bolivia respecto al Gasoducto del Noroeste Argentino se firmaron con gobiernos que estaban finalizando su mandato o habían sido designados provisoriamente. El Anillo Energético fue perdiendo el apoyo internacional. Como propuesta alternativa, el presidente venezolano Hugo Chávez presentó el "Cono Energético", un esquema de integración energética basado en un gasoducto destinado a unir Venezuela, Brasil y Argentina, con prolongaciones a Uruguay y Paraguay y una vinculación especial con Bolivia. Venezuela y Bolivia disponen de las dos principales reservas de gas natural de la región. El "Gasoducto Sudamericano" presenta luces y sombras. Lo primero, por el firme apoyo de los tres gobiernos involucrados, un grupo al que ahora será invitado formalmente el nuevo gobierno boliviano. Sudamérica está en deuda con la integración de su energía para el desarrollo social y económico de todos los países; basta ver el mapa de gasoductos en Europa, Asia y América del Norte y comparar para tomar conciencia de lo mucho que le falta a esta región. Quizás uno de los capítulos de mayor estímulo en este sentido haya sido el ofrecimiento de Gazprom de participar en el financiamiento y operación del gasoducto. Esta empresa estatal rusa es la mayor del mundo en transporte y exportación de gas natural. A partir de este hecho comenzó una especie de guerra entre "la tubería" (gasoducto) y los metaneros. La oposición al gasoducto se expresa en una serie de argumentos contrarios a su instalación y favorables a la exportación desde Venezuela a Brasil por barco. Los argumentos, algunos razonables, señalan los problemas ecológicos que seguramente planteará cruzar la Amazonia y el río Amazonas, su longitud (antes de los estudios se postula que tendrá 8.000 kilómetros, si se incluyen los dos ramales en Brasil), y el monto de la inversión, que se calcula en alrededor de 20.000 millones de dólares. Postulan entonces que el sistema metanero es más beneficioso. Como en todo gran proyecto, hay pues dos visiones: una se reduce al costo y beneficio estrechamente económico de la infraestructura gasífera, mientras la otra toma en cuenta los efectos indirectos y la rentabilidad social de la inversión. Los partidarios de la segunda visión sostienen que una obra de este tipo conlleva grandes beneficios sociales, ya que pondría este bien natural a disposición de poblaciones e industrias, "une" concretamente a países y economías en una comunidad de intereses y abre polos de desarrollo. Hay consultoras que consideran que el punto está en la extensión. Más allá de 3.000 kilómetros, dicen desde Bolivia, o más allá de los 6.000 se dijo en Argentina, es más conveniente transportar por barco que por caños. Sin embargo, esto no está probado, por lo que parece razonable que sean entes neutros, como las universidades públicas, los que realicen el cálculo. En asuntos de semejante envergadura, no conviene fiarse de la opinión privada. En cuanto a la dificultad de la extensión vale recordar que cuando Argentina hizo el más largo gasoducto en su tipo en esa época, entre Buenos Aires y Comodoro Rivadavia, se consideró que era demasiado extenso para ser viable. Julio Canessa, que presidía Gas del Estado, consideró en cambio que sí era posible, y se hizo. El argumento de que sería una inversión muy cara se contrasta con el reciente anuncio de la construcción del Gasoducto North Slope, entre Alaska y Estados Unidos. La inversión necesaria es de 24.000 millones de dólares, según afirmó el editor de Pipeline & Gas Journal el 21 de febrero pasado en la Pipeline Opportunities Conference realizada en Houston. Las empresas que harán el gasoducto son el Estado de Alaska, ConocoPhillips, BP y ExxonMobil.
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